jueves, 17 de noviembre de 2011

La difícil situación del camarada Llamazárov.

Las cosas nunca fueron fáciles en este país situado tirando hacia arriba, en la segunda puerta a la izquierda. La unión que se vivió en los tiempos del revolucionario camarada Karríllov y el sindicalista Kamáchov duraron poco tras la caída del zarismo. El liderazgo de Karríllov fue pronto discutido desde el sector ortodoxo del PCUS, que le acusaba de confraternizar en exceso con la izquierda extranjera (europea) y de ser demasiado flexible ante ciertos enemigos de clase. Finalmente Karríllov fue expulsado del PCUS y deportado a Siberia. El PCUS para calmar las divisiones que se abrian con la deportación de Karríllov, creó un nuevo politburó abierto a independientes, que oficialmente ya no controlaba el PCUS, pero al impedir la formación de otros partidos en igualdad de condiciones se guardó para sí mismo el control efectivo del politburó. El primer presidente del politburó fue un candidato de consenso, un minero de los Urales llamado Iglesienko, pero debido a su poca ortodoxia y a una mala coyuntura internacional duró poco antes de ser deportado a Siberia y regresar de nuevo a la mina. Le sustituyó Anguítev, un intelectual bien formado en la ortodoxia más ortodoxa que consiguió que le siguieran las masas, iniciándose tras él un notable culto a su personalidad. Pero no todo era gloria en tiempos de Anguítev. La propaganda occidental acusó a Anguítev de firmar un pacto de no-agresión con Adolf Ánsar, el gran dictador del bigote enemigo de homosexuales y maleantes, para realizar una maniobra militar de "pinza" que acabara arrinconando a las potencias occidentales; o bien para eso, o bien para invadir Polonia, una de dos. También hubo notables deserciones como las de Garrídov y Almeidova, aunque se salvó la imagen acusándolos de haber sido sobornados por los gobiernos occidentales. Pero internamente sin duda el mayor problema de la era Anguítev fue la ruptura con IC, (Iniciativa Campesina, el equivalente al PCUS en la autónoma Ucrania, una nacionalidad con hecho diferencial y con estructuras de poder propias ya anteriores a Karríllov). Debido a la refundación del PSUC (partido socialista ucraniano-campesino) en IC, y la creciente proximidad con los banderas verdes europeos, el PCUS decidió romper todos los lazos con IC, identificar a sus elementos afines en ella, y montar con ellos una milicia propia, con lo que se inició una guerra civil que terminó diezmando a ambas fuerzas, y convirtiendo en enemigos por entonces irreconciliables a ambos sectores. También Anguítev conocía en casa a elementos infiltrados de la izquierda prooccidental, reconocibles por la bandera verde, pero el aviso de lo sucedido a los campesinos ucranianos fue efectivo para mantenerlos a raya. Anguítev tras problemas de salud dejó el cargo a Franzisk-Ofrútov, un conocido peso pesado del PCUS dentro del politburó, que acaparó por entonces sus mayores cotas de poder en el mismo. A pesar de la hostilidad del sector ortodoxo al que pertenecía, mantuvo buenas relaciones con los socialdemócratas occidentales, al contrario que su predecesor, aunque jamás obtuvo por ello nada a cambio. Los fieles a la doctrina del PCUS y los independientes fueron distanciándose cada vez más, hasta forzar la caída de Franzisk-Ofrútov en una nueva crisis, de la que surgió la elección de un dirigente de compromiso: Llamazárov. Éste, además de ser un gran orador y de contar con experiencia como dirigente local en los remotos Urales, cuenta con el apoyo tanto del PCUS como de los independientes. Bajo su dirección consiguen enfriarse las tensiones, se firma una tregua en Ucrania y se abre el camino hacia la reconciliación; se inicia una próspera época de apertura y de colaboración en la sociedad de naciones, de la que surgen importantes compromisos y avances sociales, de la que podemos recordar brillantes intervenciones de Llamazárov junto al líder ucraniano Herrerenko, que se reparten internacionalmente el protagonismo. Se respetan los lazos ucranianos con los banderas verdes europeos, pese a la indignación en el PCUS, y Madrázov en el norte y Herrerenko en Ucrania consiguen importantes acuerdos locales. Además se prepara un proceso de refundación nacional donde todas las tendencias se integren en una única estructura, para poner fin a las divisiones. Pero los independientes al PCUS y los aperturistas acumulan cada vez más poder bajo la línea de Llamazárov por vía de la democracia directa, por lo que los problemas no tardan en reaparecer, y lo hacen inesperadamente en unas primarias en una región costera naranjera del mar negro próxima a Ucrania. El sector más próximo a Llamazárov y al partido campesino ucraniano, sale triunfador, tras lo cual la cúpula del PCUS, temiendo una deriva ideológica general hacia el verdismo francoalemán, anula el proceso, impone a sus hombres en la directiva, y se inicia un agrio enfrentamiento local que provoca un éxodo de ciudadanos al extranjero, como en su día en la guerra civil ucraniana. Se paraliza el proceso de refundación, y Mónika Oltrova y el resto de rebeldes son deportados a Siberia. Estos rearman una milicia en la que se integran todos los partidarios locales de Llamazárov y de Herrerenko, como Navárrova, un importante apoyo de Llamazárov en la sociedad de naciones y electa del koljós naranjero. En las islas orientales se repite poco después el mismo enfrentamiento, dando lugar a la misma división de facciones. Estos enfrentamientos y la creciente tensión internacional entre los otros bloques pasan factura a Llamazárov, que ve disminuida su influencia en la sociedad de naciones, tras lo cual las potencias occidentales tras una época de colaboración pasan a ignorar completamente a Llamazárov y se alían sin pudor con los sectores internacionales más reaccionarios. Llamazárov aceptando el revés pone su cargo a disposición del politburó, que nombra en su lugar a Kayov-Larin, un militante ortodoxo de una región remota de la estepa. Llamazárov continúa como portavoz en exteriores, pero el poder del politburó es acaparado por el PCUS y Kayov-Larin, levantando temores y suspicacias en los independientes y enfriándose las relaciones en Ucrania, que consigue de momento evitar los atisbos hacia una nueva guerra civil. A todo esto se une a la huída al exilio de Rosa Aguilarova a las potencias occidentales, que vuelven a resucitar los temores de una hipotética 'pinza' junto a Herr Von Rajoy para desestabilizarlos, a raíz de los acontecimientos en Belloteringrado, donde los dirigentes locales desoyen las órdenes directas de Kayov-Larin para apoyar los intereses de las potencias occidentales frente a la propuesta local de neutralidad entre estos y los de Herr Von Rajoy. Kayov-Larin amenaza con la expulsión y la deportación a Siberia de todo el politburó belloteringradense, pero Llamazárov acude en su defensa, acrecentándose con ello las tensiones entre Llamazárov y el PCUS. Pero las cosas van aun a peor: Herrerenko, tras entrar en contacto con Mónika Oltrova, los rebeldes de las islas orientales, y un nutrido grupo de opositores e independientes regionales, prepara un plan similar al que en su día llevó a cabo Anguítev, pero en sentido contrario. Se identifican los sectores sociales más próximos ideológicamente dentro de los politburós locales y se prepara una revuelta contra el PCUS y contra el politburó. Importantes personalidades próximas a la línea aperturista de Llamazárov abandonan su cargo, siendo el abandono más destacado el de Sabaneski, un importante cargo en la capital. Mónika Oltrova, Sabaneski y los demás rebeldes se unen bajo el liderazgo del activista internacional Uraldin para organizar una alternativa fuerte al PCUS, apoyados enérgicamente por Herrerenko y bajo los auspicios de los banderas verdes francoalemanes. Desde el exilio, un anciano Karríllov, aún una voz respetada en el país, apoya la necesidad de varios partidos diferentes en el país dando apoyo implícito al movimiento rebelde que se está organizando. Llamazárov intenta frenar la guerra con una tercera vía intermedia, propugnando un partido alternativo al PCUS pero dentro de los límites definidos por el politburó. La propuesta no convence a Sabaneski ni a los demás, y es mal acogida por Kayov-Larin y el PCUS, que comienzan a cuestionar la fidelidad de Llamazárov. Llamazárov, relegado a un segundo plano, decide entonces regresar a los Urales, como en su día Iglesienko, pero no para retirarse, sino para dirigir desde allí al partido, donde predominan sus fieles que aun no se han rebelado contra el politburó, como ya han hecho la mayoría de sus seguidores en el resto de la nación. En la capital un nutrido grupo internacional de intelectuales hace un acto público de apoyo a Llamazárov, bajo la atenta supervisión de Kayov-Larin, con un curioso lema "si yo fuera de los Urales, seguiría a Llamazárov", lo cual implícitamente se entiende como un apoyo internacional a Llamazárov pero no a Kayov-Larin, que asiste impasible al acto. La tensión con los rebeldes liderados por Uraldin aumenta día a día, si bien no se acaba de romper en Ucrania con Herrerenko. Se acusa a ambos desde el PCUS de connivencia con el imperialismo por apoyar una intervención militar en Libia, a lo cual estos responden acusando al PCUS y a Kayov-Larin de connivencia con los dictadores árabes y de dejar tirados y a su suerte a una revolución obrera. Ni siquiera ayuda a la paz entre facciones la masiva manifestación del 15 de Mayo, inesperada e incomprendida por el PCUS, y torpemente instrumentalizada por Kayov-Larin.
Y aquí es donde se plantea el difícil futuro de Llamazárov; necesita un éxito en los Urales para no sucumbir a una guerra civil en ciernes. Es una figura internacional reconocida, y pese a la constante vigilancia del PCUS, mantiene su fidelidad al politburó. Pero la mayoría de sus correligionarios y antiguos colaboradores fuera de los Urales están desaparecidos, o en las filas rebeldes. Tiene difícil tanto estar y quedarse, como marcharse.
Habrá que esperar a la batalla de San Octavio.